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Universidad Internacional de las Américas Veritatem 2015, 1 (1), 113-130. diciembre 2015
Departamento de Investigación ISSN 2215-5317
https://revistas.uia.ac.cr/index.php/proveritatem/issue/view/2
Una Propedéutica a la noción de tiempo y espacio según Leibniz
Recepción: 15-11-2015
Aceptado: 15-12-2015
LIC. ESTEBAN JOSUÉ BELTRÁN ULATE
Universidad de Costa Rica
“…à notre Maître et à la cause finale
qui doit faire tout le but de notre volonté,
et peut seul faire notre Bonheur”
(G.W. Leibniz, La Monadologie, 90)
Resumen
El presente artículo presenta un carácter propedéutico en lo que respecta al tratamiento de las
categorías de tiempo y espacio según el planteamiento de Leibniz. La pesquisa aborda en
primera instancia una serie de considerandos contextuales en los que se desenvuelve el
planteamiento del autor, para posteriormente esbozar, las principales tesis que sustentan el
carácter fenoménico de las nociones mencionadas, para luego reflexionar en torno a la unidad
y los límites del tiempo y el espacio.
Palabras clave: Tiempo, Espacio, Plenismo, Reduccionismo
Abstract
This article presents a preparatory character with regard to the processing of the categories of
time and space according to the approach of Leibniz. The research deals primarily a series of
recitals contextual approach in which the author develops, later to outline the
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main thesis underlying the phenomenal character of the notions mentioned, and then
reflect on unity and boundaries time and space.
Keywords: Time, Space, Plenism, Reductionism
Consideraciones preliminares
Los planteamientos Gottfried
Wilhelm Leibniz (1646-1716) respecto a
tiempo y espacio, demanda de modo
previo, el reconocimiento de una serie de
aspectos contextuales, en el que se
encuentra intersecado el desarrollo del
planteamiento respecto a las nociones
por abordar, se mencionan tres aspectos
notables: el anhelo del autor por conciliar
la philosophia perennis con la
philosophia nova, y la tensión entre el
plenismo y el vacuísmo, (Moya, 2004).
Respecto al afán de conciliar las
posturas filosóficas que refieren a lo
antiguo y las nuevas tendencias de
pensamiento, el proyecto del autor es
responder a las causas originarias de los
fenómenos particular, a partir de una
explicación global cuyo sustrato reside
en formas substanciales simples,
determinadas, perfectas, autónomas,
cerradas sobre sí, con lo que conforman
ámbitos de fuerza, vis viva. Esta
substancias simplísima, llámese monada,
son ubique mundi, ya que son presencia
y reflejo de todo en todo, la realidad es
plena de ellas, esto no implica la pérdida
de la determinación de cada una de ellas.
Es a partir, de ésta realidad, que es
materia primera, que podemos atender a
los agregatum, o sea al fenómeno,
mismo que se comprende como realidad
sensible, materia secunda. El desafío del
autor por lograr un entronque entre los
postulados pasados y modernos se
sostiene, según concibe el pensador
sajón a partir de una explicación
metafísica de éstas fuerzas originadoras
de la existencia, la razón de ser de la
materia secunda mora en la materia
primera.
En cuanto al segundo lineamiento
prologal, la confrontación entre
plenismo y vacuísmo, que si bien se
denota desde la antigüedad entre los
planteamientos de Parménides de Elea
(530-515 a.C.) y Leucipo de Mileto
(Siglo V) en conjunto con su discípulo
Demócrito de Abdera (460-370), ésta
tensión será asumida por diversos
autores pero con gran ahínco desde
momentos previos al renacimiento hasta
115
la modernidad, donde colisionaran
constantemente a partir de las disputas
académicas asumidas por diversos
pensadores, entre ellos, Leibniz y Clarke,
éste última una voz oficial de los
postulados newtoneanos. Sin embargo
previo al análisis de la tensión en la
modernidad es pertinente reconocer de
manera iniciática aspectos fundantes de
ambas posturas.
El vacuísmo indica que la
extensión incorpórea precede
ontológicamente al cuerpo, por esto lo
corpóreo se recibe en un infinito y
magnánimo receptáculo, éste a su vez es
totalmente indiferente a cuanto en él
acaece, estos planteamientos se
ejemplifican claramente en la postura del
teólogo borgoñés Enrique de Gante
(1217-1293), quien adhiere a un vacuum
interspersum, concibe que le vacío es
necesario dado que de no ser así existiría
una imposibilidad para que Dios pudiese
emascular su creación, en caso de que así
lo deseara, de ésta manera la existencia
de un spatium inane, cual intervalo vacío
totalmente distinto de lo contenido,
resulta necesario según un orden
teológico racional, (Moya, 2011). Otras
consideraciones respecto al vacuísmo
fuere asumidas, por Thomas
Bradwardine (1290-1349) quien
determinó la existencia de un situs
imaginarius ahíto de Dios, ubiedad
omnilocupletiva, “no se hace acompañar
de antitipia alguna” (Moya, 2011, p. 160).
En conformidad con los plenistas,
toda extensión es corpórea aun cuando el
cosmos no fuese finito, por esta razón se
imposibilitaría la idea de un Vacuum
coacervatum (amontonado o
congregado), exterior al cosmos (Moya,
2004). Este planteamiento se reconoce
en los considerandos del neoplatónico
del siglo V, Juan Filópono, quien refuta
el carácter substancial de la extensión
inmaterial, “El Gramáticocomo fue
conocido en la escuela de Alejandría,
propone un carácter tridimensional y
tesis que encuentra similitudes con los
planteos del estoico Crisipo, (Wildberg,
2008). La idea de Filópono se perfila
como una clara confutación a los
posteriores planteamientos vacuístas.
De conformidad con la distinción
entre plenismo y vacuísmo, se ha de
indicar que las tesis ostentada por
Leibniz, es la del plenismo, por lo que
apela a los conceptos de forma, tamaño y
movimiento, para referirse al mundo, en
las mismas coordenadas de la
modernidad se encuentra René Descartes
(1596-1560) quien también asumiese
dicha posición, en las antípodas de
autores como Robert Boyle (1627-.1691),
Pierre Gassendi (1592-1655), Pierre
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Bayle (1647-1706), Isaac Newton (1643-
1727) entre otros que adhieren a la
concepción de átomos y vacío.
Una vez presentado lo anterior se
procede a evidenciar una serie de
elementos leibnizianos respecto a la
noción de tiempo y espacio, inicialmente
se establece el planteamiento del autor
sajón, en medio de la controversia
substantivismo-reduccionismo, lo que
dará paso a el abordaje de algunos
elementos propios de la disputa Leibniz-
Clarke, posteriormente se atesta el
carácter fenoménico de las categorías en
cuestión, para considerar la unidad y los
límites de espacio y tiempo. Una vez
expuesto lo anterior se finiquita con una
serie de consideraciones conclusivas al
respecto.
Tiempo y Espacio, entre
substancialismo y reduccionismo
En la antigüedad, se atisba en
algunos planteamientos el carácter
central de la tensión, como indica Futch
(2011), ya en la obra la Física,
Aristóteles el estagirita (384-322 a.C.)
indica que el tiempo no puede ser
separado del cambio, todo cambio
implica una distinción de elementos,
asumir el tiempo sin cambio implicaría
un absurdo, pues no habría posibilidad
de distinguir entre un elemento del
cambio y otro, el tiempo se halla
íntimamente ligado al cambio y la
alteración, tal como se descubre en
Aristóteles, Física (218b21 - 219a1),
(Aristóteles, 1984).
Frente a éste postulado que niega
la aseidad del tiempo, se descubre en
Lucrecio (99 a.C.-55 a.C.) una posición
inversa, simplemente que asume como
punto de partida el espacio, a lo que el
tiempo se encuentra en dependencia, ya
que éste es condición del movimiento,
según el filósofo romano autor de De
Rerum Natura, el espacio puede existir
sin necesidad de materia, “Space can
exist with out matter in that there can be,
an are, empty spaces between matter, but
also in the stronger sense that space
could existe ven in the absence of all
matter, (Futch, 2008, p. 10).
En ésta misma línea de
pensamiento se circunscribe Pierre
Gassendi quien asume un planteamiento
de mundo que se ve superado por un
estatuto ontológico de tiempo y espacio,
indicando que “there were inmense
spaces before God created the World,
that these would continue to exist were
He, percance, to destroy the world; ant
that of these God has chosen for his own
good pleasure this specific región in
wich to create the World”, Futch (2008,
117
p. 10) citando a Gassendi (1976); para el
filósofo francés, si el mundo fuese
suprimido el espacio se mantendría
inamovible y el tiempo continuaría su
recorrido, “If God reduced the whole
universo to nothing, we comprenhend
that time would still flow”, Futch (2008,
p. 11) citando a Gassendi (1976). Es
pertinente mencionar, el autor es
reconocido como uno de los primeros
autores de la modernidad temprana que
asumen la tarea de considerar tanto
espacio y tiempo como constituyes por
mismos, cuya aseidad no reside en
cuerpos o cambios.
Una vez expuestos, brevemente,
los considerandos de los autores
mencionados, se percibe en ellos un
planteamiento antagónico, lo que
evidencia la distinción entre lo que Futch
(2008) distingue como substantivismo y
reduccionismo, el primero de los
conceptos asume que el espacio y el
tiempo son en mismos entidades,
poseen substancia, lo cual les permite
concebirse con una estructura propia, por
tanto todo aquello que acaezca distinto
de ella será dependiente de ella, al
respecto resulta esclarecedor el
posicionamiento de Sir Isaac Newton al
respecto “For time and space are, as it
were, the places of themselves and of all
things. All things are placed in time with
reference to their order of succession and
in space with reference to their orden of
position”, Futch (2008, p. 6) citando a
Newton (1996).
En las antípodas de éste
planteamiento se desvela la segunda
categoría, misma que refuta el carácter
ontológico del espacio y del tiempo,
estipulando éstos como simples
relaciones de existencia, al respecto
Leibniz esboza en la segunda parte del
Espécimen Dinámico (1695) “el espacio,
el tiempo y el movimiento tienen algo
emanado del Ente de razón, y no son
verdaderos y reales por (Leibniz,
2009b, p.432) y conforme a ésta idea
respecto al vacío indica “de aquí se sique
que el vacío no se da en el espacio y el
tiempo” (Leibniz, 2009b, p.433).
Esta confutación entre posición
adquiere un carácter alentador para el
mundo intelectual en el momento que ese
esbozan la comunicación entre Gottfried
Leibniz y Samuel Clarke, ya que en
dicha querella académica se evidencia
con asiduidad el contraste entre el
plenismo y vacuísmo, así como entre el
substancialismo y el reduccionismo.
Gottfried Leibniz cerca del final de
su vida, 1715-1716, intercambia una
serie de epístolas con el filósofo inglés
Samuel Clarke (1675-1729), éste último
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reconocido por su relación con Sir Isaac
Newton, incluso se cree que éste último
pudo haber tenido una influencia directa
sobre la pluma del autor, (Nadler, 2002).
Espacio y Tiempo: Tres periodos
leibnizianos
El corpus leibniziano respecto a las
nociones de espacio y tiempo no derivan
de la controversia Leibniz-Clarke, sino
que se descubren inscritos en una serie
de escritos, de diversa índole. Hartz y
Cover (1988) han asumido que en
Leibniz se descubren tres momentos. Un
periodo temprano que oscila entre 1676
y 1688, un segundo lapso que abarca de
1696 a 1709 denominado transición, y en
última instancia un periodo de madurez
que recorre desde 1711 a 1716.
El primer periodo, cerca de 1680
Leibniz, considera que tiempo y espacio
no son cosas en sí, más bien los asume
como modos de consideración, no existe
en ellos substancia alguna que los sitúe
como entidades, son simplemente
fenómenos bien fundados. A su vez en
1687 en correspondencia con el francés
Antoine Arnauld (1612-1694), Leibniz
meciona “matter considered as mass in
itself is only a pure phenomenon or a
well-founded appearance, as are also
space and time”, Hartz y Cover (1988)
citando a Leibniz (1967). La propuesta
leibniziana es fiel a su planteamiento
posterior en la correspondencia con
Clarke, desde los primeros
planteamientos evidencia un carácter
fenoménico a las categorías de espacio y
tiempo.
A éste respecto Nicolas Reschner
(1979), citado por Hartz y Cover (1988)
asevera que la caracterización de espacio
y tiempo como fenómenos bien
fundados, se concibe a partir de la
derivación de la existencia secundaria,
misma que presenta armonía producto de
las substancias simples. Según el autor,
Leibniz esboza una suerte de esquema
metafísico, por un lado las mónadas, se
conciben como reino del mundo real,
empero de éste mundo de substancias
simples, deriva una segundo reino, el de
lo sensible, el de lo agregado.
En lo que respecta al segundo
periodo, denominado de transición no se
evidencia gran quehacer en torno al
tema, las acotaciones que se esgrimen al
margen de las consideraciones tenor de
las figuras geométrica y su también
carácter ideal, no material. En referencia
a lo anterior cabe mencionar el
planteamiento utilizado por Leibniz
como respuesta a las objeciones de su
sistema por parte de del filósofo francés
también acérrimo crítico de las posturas
119
de Malenbrache- Simon Foucher (1644-
1696), Leibniz indica como descarga al
escéptico francés que tanto La
extensión o el espacio, y las superficies,
líneas y puntos que se pueden concebir,
no son más que relaciones de orden,
órdenes de coexistencia”, como se
menciona en las Notas sobre sobre las
objeciones de M. Foucher. Remarques sur
les objetions de M. Foucher-, (1695-1696),
citado Leibniz (2009a, p. 255). Con ésta
argumentación Leibniz deja entrever con
claridad su posicionamiento, el
desplazamiento de argumentos válidos
para determinar el carácter entitativo de
tiempo y espacio por ser solamente
relaciones de orden entre la materia
secunda.
En ésta misma época, data la nota
de Leibniz como respuesta al artículo
“Rorarius” de Bayle en 1702, en éste
asume “I acknowledge that time, motion,
and the continuum in general, as we
understand them in mathematics, are
only ideal(Hartz y Cover, 1988, p. 497)
esto replica el carácter de tiempo y
espacio, como construcciones mentales.
Cabe resaltar que lo notable de éste lapso
radica en la relación establecida entre la
geometría, tiempo y espacio, el punto
indica el sajón, no se puede encontrar en
medio de una recta, simplemente
podemos considerarlo desde los
extremos de la recta, son solamente
artificios mentales de carácter relacional.
Las entelequias, dadas como
materia secunda, son de éste modo
asumidas en conexión, de la diversidad y
pluralidad de ellas, se desprende la
designación abstracta que permite
referirlas como coexistentes, de esta
manera tanto tiempo como espacio no
pueden considerarse cosas, como el
mismo Leibniz indica a la Princesa Sofía
respecto a las nociones de tiempo y
espacio “Both of these foundations are
true, although they are ideal (Hartz y
Cover, 1988, p. 501). Leibniz concibe el
tiempo y el espacio como ideales, como
cualidades continuas, por tanto son
indeterminados e indiferentes. Según
Futch (2008), Leibniz abandona su
planteamiento de espacio y tiempo como
un bien fundado en las apariencias entre
1687 y 1696, para adherir a la
concepción de una phaenomeno bene
fundatum, derivado de las monadas,
(Hartz y Cover, 1988).
En el tercer periodo, designado de
madurez, se desvela la tensión con
Samuel Clarke, empero no se reduce
solamente a ella, lo que si queda
manifiesto es su posicionamiento
relacional a propósito de las nociones, en
las antípodas del absolutismo
propugnado por los newtonianos. Según
120
Hartz y Cover (1988), Leibniz detalla
con mayor claridad su planteamiento
metafísico, estipulándolo en tres niveles.
El primer nivel está fundado por la
substancias, por las mónadas, en un
segundo nivel se descubre la entia
semimentalia, el agregatum
substanciado, reino donde acaecen los
fenómenos, y en el tercer nivel se gesta
la entia rationis, la res mentalis.
Los tres niveles son manifestación
de la realidad, por tanto de verdad; los
cuerpos son realidades, pero no están en
el mismo ámbito que las mónadas, las
primeras son constituidas por las
segundas. En ésta misma dinámica se
evidencia el carácter de tiempo y
espacio, que son simplemente ideas, que
devienen del orden y conexión del
segundo nivel.
Esta distinción se despunta en éste
periodo de madurez, y la confrontación
que emerge a partir de la
correspondencia Leibniz-Clarke,
propicia una importante plataforma
mediante la cual él autor sajón logra
exhibir su argumentación.
Acotaciones a la
pendencia Leibniz-Clarke
La siguiente sección asumirá en
primera instancia una lectura escueta de
algunos elementos newtonianos respecto
a tiempo y espacio, para concatenarlos
con unos breves considerandos
clarkenaos, posteriormente se asume el
posicionamiento leibnaziano al respecto.
En el trato epistolar que mantiene
Leibniz y Clarke, entre 1715-1716,
evidencia el posicionamiento antagónico
entre lo absoluto y lo relacional. El Dr.
Samuel Clarke quien es considerado
como una voz oficial de los
planteamientos newtonianos asume
tiempo y espacio como entidades
mientras que Leibniz acude a la idea de
phaenomeno bene fundatum. Previo a las
consideraciones clarkeanas resulta
necesario acudir a aspectos primarios de
su influencia, por lo que se presenta una
línea base de las nociones de espacio y
tiempo newtonianas.
Apuntes newtonianos respecto al
tiempo y el espacio
Para Isaac Newton el tiempo es
absoluto en sí y por su propia naturaleza,
si bien reconoce la existencia un tiempo
relativo, mismo que denota como
aparente o vulgar, por ser solamente una
medida de lo exterior sensible, adhiere a
121
una concepción absolutista tiempo, por
lo cual más allá de todas las medidas
aparentes que pueden emerger del
tiempo, llámense días, horas, meses, el
tiempo (absoluto) continua arraigado a
sí, de la misma manera asume el carácter
del espacio, así lo manifiesta en el
escolio de la definición octava de los
Philosophiæ naturalis principia
mathematica (1686), que indica:
Todos los movimientos pueden ser
acelerados o retardados, pero el
flujo del tiempo absoluto no puede
ser alterado […] Tal como es
inmutable el orden de las partes del
tiempo [absoluto], así sucede con
el orden de las partes del espacio.
Si estas partes fuesen movidas a
salir de sus lugares, serían movidas
a salir de mismas. Porque los
tiempos […] son sus propios y
también de todas las cosas. Todas
las cosas están situadas en el
tiempo según el orden de sucesión
[…] Pertenece a su esencia el
hecho de ser lugares, y es absurdo
que los lugares primarios sean
móviles (p.24)
Para Newton, el tiempo se distingue del
movimiento ya que sin éste último el
primero puede continuar su marcha, su
acción, este planteo evidencia una
ruptura con las tesis aristotélicas para
quién el movimiento requiere del tiempo,
uno es necesario del otro. Los postulado
newtonianos suscriben la tesis de tiempo
y espacio como receptáculo común
donde todo acaece, la existencia se
descubre en una única línea temporal, de
la que se puede distinguir con claridad,
pasado-presente-futuro, pensar en
eventos fuera de ésta línea resulta
absurdo para él.
Espacio y Tiempo como absolutos,
consignatarios de una entidad cuya
substancialidad es inmaterial, misma que
administra lo existente, éste receptáculo
permite la presencia de un sensorio capaz
de administrar, vigilar lo existente,
Newton desarrolla en Opticks (1704), en
el cual manifiesta: […] hay un Ser
incorpóreo, viviente, inteligente,
omnipresente, quién en el espacio infinito,
como si fuera su sensorio, ve íntimamente
todas las cosas mismas y las percibe
completamente y las comprende totalmente
a través de la perpetua presencia de ellas ante
Sí., (Vaughan, 2007, p. 26).
El receptáculo newtoniano
posibilita de éste modo la coexistencia de
vacío y materia, el sensorio es Dios y su
voluntad se manifiesta, en su
intervención de manera necesaria, Luna
(2010). La concepción de espacio y
tiempo absoluto de Newton, el
planteamiento de que tanto Dios como
122
las cosas físicas comparten su estancia en
tiempo y espacio, como indica Disalle en
Cohen, I.; Smith, S. (2004), son
aseveraciones que llaman la atención en
el medio intelectual al punto de recibir
refutaciones de diversos autores
contemporáneos, tales como Huygens,
Berkeley y Leibniz. Sin embargo, de la
misma manera se levantan pensadores
que asumen sus postulados
considerandos, como es el caso del Dr.
Samuel Clarke.
Breves considerandos clarkeanos
Del carácter de tiempo y espacio
como entidad absoluta, receptáculo de lo
existente, se derivan los considerandos
de Clarke a propósito de las
confutaciones que esgrime frente a los
postulados leibnizianos. El autor
británico, asume que Leibniz infringe la
razón al confundir la materia con el
espacio, pues al indicar que la materia es
la totalidad del mundo, está negando la
posibilidad del vacuum, (Ribas, 2003), lo
que a su vez deriva una inquietud de
carácter teológico, ya que negar el
receptáculo emascularía la tesis del
sensorio, entidad substancial inmaterial,
lo cual sería absurdo.
Otro elemento que resulta
necesario por elucidar por Clarke es el de
la voluntad de Dios, misma que se
sostiene al asumir el vacuum, ya que si
tanto tiempo como espacios son
absolutos, existe una indiferenciación, lo
cual permitiría que el mundo se pudiese
crear de igual manera en un sitio o
tiempo determinado o en otro, lo cual no
implicaría absurdo ni contradicción
alguna. La argumentación de Clarke se
sostiene sobre un principio de razón
suficiente que brinda el onus probandi a
la capacidad volitiva de Dios, (Leibniz y
Clarke, 2000).
Undoubtedly nothing is without a
sufficient reason why it is rather
than not, and why it is thus rather
than otherwise. But in things
indifferent in their own nature,
mere will, without anything
external to influence it, is alone
that a sufficient reason as in the
instance of God’s creating or
placing any particle of matter in
one place rather than in another,
when all places are originally
alike. (p. 18)
Frente al posicionamiento
clarkeano, Leibniz esgrime una serie de
consideraciones, que al estar ubicadas en
su periodo de madurez intelectual,
acopia una serie de considerandos
anteriores, y asiéndose bajo el principio
de razón suficiente y el principio de
123
identidad de los indiscernibles, su
propuesta radica en la emasculación del
planteamiento absolutista y el
reconocimiento del carácter relacional de
tiempo y espacio.
Consideraciones leibnizianas a partir
de las confutaciones clarkeanas
El autor sajón, es irreductible en
cuanto su adhesión al plenismo y al
reduccionismo según lo presentado en
apartados previos, para él no es posible
la existencia de intervalos entre los
cuerpos lo cual erradica la posibilidad de
vacuísmo, sea este coacervatum o
disseminatum, puesto que el mundo no
se da en vacío, ni en materia ni en forma,
como es indicado en el texto Sobre el
mundo presente De Mundo Praesenti-
(1684-1686) según cita Leibniz (2009a);
todo el espacio es plano y la extensión es
una característica de lo corpóreo, de éste
modo no es inadmisible la existencia de
algún tiempo en el que no exista algo y
algún lugar que no esté ocupado por
algo, según lo expresa Leibniz (2009a)
específicamente en Sobre el secreto de
lo sublime o acerca de lo más elevable de
todas las cosas De arcanis sublimium
vel de summa rerum- (1676), por lo
que, la existencia de tiempo y espacio
como ideas no implica su presencia en el
plano entitativo.
La mente, según se desprende de
El origen de las cosas a partir de las
formas De origine rerum ex formis-
(1676) en Leibniz (2009a), tiene una
capacidad tal de establecer vínculos a
propósito de la realidad extensa, “la
razón es capaz de captar el principio de
inteligibilidad, aun cuando su captación
no sea comprensiva” (Moya, 2004, p.
16), es en ésta dinámica que producto de
las percepciones deviene la idea de
espacio y tiempo como elementos
relativos a la conexión de lo existente, de
manera que procura ordenación,
convivencia, armonía, puesto como se
menciona en los Comentarios a la
metafísica de los Unitarios de Cristóbal
Stegmann Ad Christofori Stegmani
Metaphycicam Unitariorum- (1708-
1710) en Leibniz (2009a) tanto el tiempo
como el espacio resultan ser una suerte
de órdenes universales de las cosas
existentes. Leibniz en contraposición a
Clarke, expone que tiempo y espacio
presentan estatuto de índole entitativo
derivado de su carácter fenoménico,
phaenomena bene fundata.
La materia es infinitamente
divisible, en ella no media ningún átomo,
la unidad condición necesaria de la
materia resulta ser la mónada mismas
que se ven imposibilitadas de todo tipo
124
de segmentación, dado su carácter
metafísico, de modo tal “la materia
primera es incompleta y abstracta… [.]
La materia segunda consiste en un
Aggregatum o colección de substancias
corpóreas (Moya, 2004, p.164) ésta
aseveración trae a colación la distinción
de tres niveles o reinos brinda por Futch
(2008), por lo que la materia primera
compele al primer reino, y la materia
secunda al reino siguiente, ésta relación
viene a recalcar el carácter de tiempo y
espacio como ideales, construcciones
marcadas por una intersubjetividad
socializada por un grupo determinado de
personas.
En lo referente a la aparente
contumelia que deviene, según indica
Clarke, a propósito de la confusión entre
espacio y materia, el autor sajón no
asume que ambos elementos sea iguales,
“space and matter are not the same thing,
but they are inseparable(Ribas, 2003,
p.71). Leibniz, distingue entre espacio y
materia, sin embargo niega la posibilidad
de asumirlos como distintos es
inconcebible pensar materia sin pensar
espacio y viceversa, de lo que deviene
que de pensar en otro mundo posible este
no podría carecer de tiempo y espacio.
En éste sentido el postulado de Samuel
Clarke, carece de validez, puesto que en
un mundo pleno, no existe la posibilidad
de un espacio carente de materia. Las
erratas que derivan de los considerandos
clarkeanos evidencian la propuesta
newtoniana insuficiente, la idea del
espacio vacío y átomos se contrapone al
principio de continuidad, como ya el
mismo Leibniz presenta en una epístola
a Huygens en 1693, Ribas, p. 71, (Moya,
2004).
En lo que confiere a la voluntad de
Dios como argumento suficiente para dar
razón a la creación del mundo en un
espacio determinado dado, Leibniz
asume este posicionamiento como
controversial, pensar en un Dios que
actué de manera externa es asumir su
voluntad azarosa, lo cual es inadmisible.
El autor sajón concibe que la
postura ontoteológica esgrimida por el
inglés denota jerigonzas, la creación del
mundo de manera externa sobre una
plataforma previa desvela un Dios cuya
capacidad no puede ser de modo alguno
considerada inconmensurable, resulta
una divinidad insuficiente, aunado a esto
espacio y tiempo serían escindibles,
posibles de fragmentar, según indica
Moya (2004), por lo que la ubicuidad
divina se vería interpelada de la misma
manera, lo cual entraría en contradicción
con la suma simpleza de Dios,
evidentemente galimatías de índole
teológicas y ontológicas.
125
El posicionamiento ontológico de
tiempo y espacio aludido por Clarke,
asume que éstos son propiedades o
consecuencias derivadas de la existencia
de Dios, “Space in not a being, an etarnal
and infinite being, but a property or a
consecuense of the existence of an
infinite and eternal being”, (Leibniz y
Clarke, 2000, p. 19) lo cual lo enmarca
en el carácter de lo absoluto, al respecto
Leibniz refuta partiendo de tres
principios, (Vaughan, 2007), el Principio
de Razón Suficiente (PRS), ningún
hecho puede ser verdad en tanto exista al
menos una razón suficiente para que sea
así y no de forma contraria (Leibniz y
Clarke, 2000); también se suma al
Principio de Perfección (PP), en el que
indica que el mundo actual es el mejor de
los mundos posibles creado por Dios
entre infinitas posibilidades de creación,
por tanto el mejor de los mundos
posibles, y en último lugar el Principio
de Identidad de los Indiscernibles (PII),
donde indica que presentar dos cosas
indiscernibles es presentar la misma cosa
bajo nombres distintos. Acudiendo a
éstos principios el pensador sajón
desnuda la ficción newtoniana
entremezclada en los considerandos del
autor inglés.
La resolución leibniziana respecto,
a la concepción de tiempo y espacio, es
la de asumirlos como continuos, como
indiferentes, no es posible la anticipación
óntica de los elementos en mención,
ellos devienen como realidades
eidéticas, no existe razón suficiente que
otorgue la creación del mundo en un
receptáculo, de este modo Dios no
percibe a las creaturas como un tanquam
in sensorio, tiempo y espacio no son su
condición, por lo que tiempo y espacio
no son requeridos para atender a su
creatio, (Moya, 2004). Dios existe en el
tiempo más no depende de Él, pues “está
presente en todas las cosas, porque todo
lo que hay de perfección en las cosas
emana continuamente de Dios”, tal como
se indica en Comentarios a la metafísica
de los Unitarios de Cristóbal Stegmann
Ad Christofori Stegmani Metaphycicam
Unitariorum- (1708-1710), citado en
Leibniz, G. (2009a, p. 321).
Más allá de la controversial
correspondencia entre Leibniz y Clarke,
que evidencia la antagónica posición
entre el vacuísmo y el plenismo, respecto
a las nociones de tiempo y espacio, es
viable continuar al margen de dicha
querella epistolar, con el objetivo de
considerar dos elementos respecto a las
categorías del presente estudio,
específicamente en lo que respecta a la
unidad y posteriormente a los límites del
tiempo y del espacio.
126
De la unidad del tiempo y del espacio
La hipótesis de diversidad de
tiempos y espacios deviene en primer
instancia de la idea de otros mundos,
coexistiendo de manera simultánea, a
pesar de que no asumieran la idea de
espacio y tiempo unificado, autores
como Epicuro (341-270 a. C.), Giordano
Bruno da Nola (1548-1600) y Bernard le
Bovier de Fontenelle (1657-1757)
asumían tesis similares en cuanto la
posibilidad de diversos mundos. Estas
tesis hacen eco en el planteamiento de
Leibniz, específicamente el
planteamiento del Nolano,
específicamente en la síntesis de Bruno
respecto al principio de plenitud en orden
a la doctrina de la pluralidad de mundos,
tal como expresa Futch (2008); estos
considerandos los desarrollará el sajón
en porciones de sus escritos, sin embargo
pronto asume un posicionamiento más
cercano al Timeo de Platón (427-347
a.C.), y asume que solo es y puede ser
posible un universo, a pesar de que
adhiera a los mundos posibles, pero
solamente como un ejercicio lógico, ésta
postura la asume a finales de 1676,
mediante el siguiente argumento: (1) Es
necesariamente verdadero que solo
composibles cosas existan, (2) es
necesariamente verdadero que cosas
sean composibles con otras solamente si
se encuentran temporalmente
relacionadas, a partir de (1) y (2), se
infiere, según indica Futch (2008), que
(3) es necesariamente verdadero que
todas las cosas existentes estén
relacionadas, lo que a su vez implica (4)
sea necesariamente verdadero asumir
que el tiempo se encuentra unificado.
No es posible la existencia de otros
mundos coexistiendo de manera
simultánea con el mundo actual, ya que
el presente manifiesta la actualidad, la
perfección del artífice, de Dios se puede
predicar que en su omnipotencia pueda
pensar en infinitos mundos posibles de
los cuales, posibilita el superior de ellos,
el mejor de los mundos posibles. No hay
razón suficiente que apruebe la
existencia de diversos mundos
existiendo de manera simultánea, si Dios
solo puede crear perfección y sería
absurdo pensar en múltiples mundos
perfectos, de éste modo debería contener
divergencias, y sería contradictorio que
Dios creara mundos imperfectos, por
ésta razón solo puede acontecer un
mundo, el mejor de los posibles.
De ésta manera queda reducido el
carácter de unidad de tiempo y espacio,
como elementos que devienen de las
relaciones del único mundo existente.
Leibniz, al respecto, asume un carácter
conectivo respecto a la relación de
127
tiempo y espacio como condición
necesaria del mundo.,
De acuerdo con Leibniz el mundo
actual es solamente uno, el mejor de los
posibles, de éste se desprende la idea de
tiempo y espacio como phenomena bene
fundata, sin embargo, es necesario
determinar si es posibles una diversidad
o ramificación de espacio y tiempo en el
mejor de los mundo posibles. Por lo que,
tiempo y espacio son relaciones que
devienen de la conexión de los
existentes, por lo que es continuo y por
ende unificado, la posibilidad de un
tiempo ramificado es emasculada por el
autor, asumiendo que esto implica
galimatías.
Leibniz considera el tiempo
mediante una relación sincrónica de
acontecimiento, cosas que se hallan
necesariamente concatenadas, en una
conexión ineludible, v.gr. x
1
se
encuentra en conexión con x
2
y éste
último a su vez en relación con x
3,
, e
3
es
necesario que x
3
se encuentre de manera
recíproca en relación con x
2
y por ende
con x
1
, para Leibniz la conexión se da
solo y solo si implica reciprocidad de
uno con otro. De igual modo si x
1
involucra x
2
y x
3
, el primero a su vez se
encuentra involucrado por los
subsiguientes de modo individual, por lo
que si x
3
se conecta con x
1,
y éste último
a su vez está siendo conectado por x
3
,
entonces x
2
conecta a x
3
y viceversa, por
lo que todos los elementos se conectan
unos con otros.
Al respecto Futch (2008) indica
que es necesariamente verdad que para
dos elementos existentes que estén
temporalmente relacionados uno con
otro de manera simultánea y recíproca,
se ha de referir como el Criterio de
Conectividad Temporal (CCT), y dado la
posibilidad de conectividad de este modo
queda erradicada la posibilidad de una
visión temporal ramificada, todo se
sintetiza en la unificación del pleno,
como carácter de la armonía de mundo.
En lo que respecta al espacio, que
ha sido dejado de lado en ésta
elucidación sobre el tiempo, se
comprende que también se encuentra
unificado si y solo si y todas las cosas
existentes se encuentran conectadas,
v.gr. si x
1
se encuentra en conexión
espacial con x
2
, entonces x
2
se encuentra
en conexión a su vez con x
1
, y si x
3
se
encuentra en conexión con x
1
y x
4
se
encuentra en relación con x
2
, se deriva
que a su vez x
3
se encuentra en conexión
con x
2
y que x
4
se encuentra en relación
con x
1
, y por su puesto x
3
estará en
conexión con x
4
.
128
De lo anterior se desprende el
carácter de unidad del tiempo y el
espacio, como la completa conectividad
de lo existente, por tanto el ahora el aquí
no han de entenderse como aislados, sino
más bien desde una concepción de
relación.
Consideraciones conclusivas
Si bien tanto tiempo y espacio
evidencian un carácter de unidad, se
desvela en un límite en su carácter de
fenómeno de que brota de la entia
rationis. Leibniz deja entrever una
posibilidad referirse al tiempo obviando
las categorías pasado-presente-futuro, y
asistiendo más bien a considerar la tesis
de la regresión temporal sin fin.
Reconoce la incapacidad del intelecto
para acceder, al menos, a una razón
suficiente que le brinde noción alguna
sobre el inicio del mundo, por lo que se
encuentra sin la capacidad de admitir un
inicio del mundo, o de asentir que no
exista un inicio del mundo. Frente a esta
controversia, se evidencia una solución
escéptica, algo poco común en sus
planteamientos, empero, este
posicionamiento permite entrever un
marco de reflexión del cual el mismo
Leibniz no imaginó las consecuencias,
específicamente en torno a la posibilidad
de un tiempo pasado sin final.
En lo que compete a los estudios
sobre el tiempo y el espacio, el abordaje
del autor sajón a pesar de estar altamente
difuminado a lo largo de su obra, permite
establecer una serie de categorías de
trabajo; el desarrollo de estudios al
respecto, es cada vez más amplio, más
aún en lengua inglesa que en castellano,
es por tanto, el desafío que deviene a los
investigadores hispanohablantes, en
profundizar temáticas específicas,
respecto a las relaciones de espacio y
tiempo, desde la base teórica de los
textos leibnizianos, pero más aun
logrando establecer conexiones con los
avances científicos al respecto de estas
nociones.
En otro orden, retomando una
especie de síntesis de lo desarrollado en
la pesquisa, es menester indicar que el
carácter de unificación, armonía y
actualidad trasversa las ideas respecto a
espacio y tiempo, por lo que, no hay
posibilidad de vacíos en el
conglomerado intelectual leibniziano, lo
que parece encajar de modo estricto y
pulcro dentro de la mirada optimista
leibniziana. Dado que, de la armonía
presente en éste, el mejor de los mundos
posibles, no podría menos que
considerarse incluso que todo evento sea
actual, en una completa armonía el
pasado presente, el presente actual y el
129
futura ahora, sin que esto implique
contradicción alguna, en un contexto
cuyo carácter espacio-temporal indican
continuidad, indiferencia y ante todo
conexión.
Tiempo y espacio es la
manifestación de la harmonía de las
substancias, no son por ende, entidades
autónomas, sino más bien la
manifestación de la relacionalidad de
realidades substanciales configuradas de
manera plena y racional. La cosmovisión
lebiniziana se avizora una complejidad
sublime, los análisis sobre tiempo y
espacio despuntan una serie de hipótesis
de trabajo y problematizaciones cuyo
talante excede el carácter del presente
estudio, dichas tensiones apuntan a
lecturas comparativas con sistemas
filosóficos, posturas teológicas e
hipótesis científicas.
Desde la óptica en el presente
estudio propedéutico, se refuta la
posibilidad de un tiempo fuera del
tiempo, así como de espacios fuera del
espacio, lo anterior objeta la posibilidad
de otras posibilidades de existencia lejos
de la presente. Aunado a lo anterior, en
la consideración a propósito de la
siempre relación entre las realidades
substanciales y como de estas se
manifiesta la temporalidad y
espacialidad, resulta estimulante
considerar la posibilidad de pensar
tiempos y espacios que concurren de
manera simultánea en la plenitud de la
existencia.
Lo anterior lejos de asumir la
existencia de múltiples mundos o
dimensiones coexistiendo, devela una
concepción plenista de realidad, donde
aquí y ahora es, indiferentemente.
Leibniz con sus ideas, evoca una especie
de giro copernicano en la concepción de
tiempo y espacio, al desprenderse de la
idea del tiempo como una concepción
que acude desde el pasado apuntando al
futuro. Su tesis “fue-es-será” la de
asumir tiempo y espacio como
relacionalidad que se “sucede-siempre-
actualmente”
130
Referencias
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Granada: Edita Sociedad Española Leibniz, Comares.
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Labastida-Violeta Aréchiga. Asociación Filosófica de México. México: Siglo
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Wildberg, Christian, "John Philoponus", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall
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<http://plato.stanford.edu/archives/fall2008/entries/philoponus/>.