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Gronvall, Tikkanen, Tallberg,
Paavoven, y Stefanovic (2013) realizaron
un estudio que incluyó a 14599 mujeres que
dieron a luz en el Hospital Universitario
Helsinski, entre octubre del 2008 y junio del
2011. Dividieron a las mujeres en dos
grupos, aquellas que tenían una hemorragia
posparto menor o mayor, según criterios
definidos de acuerdo con la cantidad de
sangrado, antes de la inserción del balón de
Bakri. Siguieron un procedimiento que
inició con la inserción de una sonda Foley
en la vejiga, examen pélvico (hemorragias
secundarias a laceraciones se manejaron
quirúrgicamente), luego, se removieron
restos placentarios retenidos y se
administraron drogas uterotónicas para
manejar la atonía uterina. Se procedió a
insertar el balón de Bakri, a un nivel ya
fuera vaginal o uterino, cuando la
hemorragia era refractaria a dichos
manejos, dependiendo del origen de la
hemorragia, se llenó el balón con
aproximadamente 100 ml de solución salina
y se monitoreó la salida de sangre, mediante
su sistema de drenaje. El balón se dejó
inflado por 12-24 horas y se fue desinflando
gradualmente hasta lograr removerlo
completamente, cuando se logrará
hemostasia (p.434).
En dicho estudio, Gronvall et al
(2013) obtuvieron resultados significativos,
se utilizó la técnica del balón intrauterino,
en 50 mujeres, la mayoría con pérdidas
sanguíneas mayores a los 1000 ml antes de
la inserción del dispositivo. Un 58%
tuvieron parto vaginal y el resto cesárea, la
etiología de la hemorragia posparto varío de
mujer en mujer. Sin embargo, pero
obtuvieron una tasa de éxito del 86%, sin
importar estas y otras diferencias. De modo
que un gran número de pacientes se vieron
beneficiadas con el uso de este dispositivo,
un método no invasivo y conservador, que
puede evitar una laparotomía e
histerectomía en muchos casos, o brindar el
tiempo necesario para tomar una decisión
que incluya la posibilidad de un traslado (p.
435).
Rodríguez, Veroes, Bello, González
y González (2013) realizaron un estudio
descriptivo, con pacientes con hemorragia
posparto refractaria al tratamiento médico,
en la sala de maternidad de Concepción
Palacios, refractarias al manejo inicial
adecuado que incluyó monitoreo, líquidos,
masaje bimanual y drogas uterotónicas, en
15 mujeres electas, para el taponamiento
con balón intrauterino de Bakri (p.91).
Este estudio incluyó un término que
hasta el momento no se había tocado en
ninguno de los estudiados anteriores: la
prueba de taponamiento. Rodríguez, et al
(2013) consideran que una prueba de
taponamiento es negativa: